miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sweet and high

All the King's men. The Musicians of the Globe: Joanne Lunn, soprano; Adrian Chandler, violín; Phillip Pickett, flauta de pico y director; Lynda Sayce, laúd; Elizabeth Pallett, cítara, laúd, bandora; Catherine Finnis, viola da gamba.
9ª Semana de Música Antigua de Logroño. Sala de Cámara del Riojafórum, 10 de septiembre de 2007.

El primer concierto de la semana logroñesa siempre te pilla un poco desprevenido; acudir ha supuesto renovar por otro año el voto de buen aficionado a la música antigua (pastime with good company); la oferta de la Semana aparece excelente (gracias por siempre a Pachi y Cultural Rioja); dejaste pasar el mes de julio sin adquirir el abono para los cuatro conciertos; has comprado entradas por internet y por ello te han clavado un 30% más de suplemento; con lo que tienes el derecho inexcusable de tomar el aire a la inhóspita puerta del auditorio hasta oir el primer timbre de aviso (─no se preocupen, sus localidades no se van a vender dos veces), por cierto desacuerdo entre diversos organismos; mañana se hará mejor; tiempo para saludos tranquilos.

─Ya pueden entrar, dense prisa. Bueno, al menos han sobrado programas; no ha venido mucha gente. Y ya estás sentado en la tercera fila; lees en diagonal los nombres de los músicos y los títulos de las obras de la primera parte, cuando se apagan las luces y se aplaude la entrada de artistas en escena. Una última mirada a la primera obra: Thomas Morley, As you like it 1603, It was a lover and his lass (─eso es música para el Como gustéis de Shakespeare, pero con mi poor english me perderé lamentablemente todo el texto) ...

De manera que al comienzo del concierto estás un poco desangelado. También, es que hace fresco en la sala. Pero pieza a pieza, el ambiente musical que quieren recrear los intérpretes va desplegándose ante nuestros ojos y oidos y su buen trabajo hace que consiga completar una forma, de modo que al final te complace haber asistido, como en un viaje en el tiempo, a un recital auténtico de música para el teatro en el Londres de hace cuatrocientos años.

No se trata de tocar suites para laúd, que Lynda Sayce bordaría primorosamente; ni cantatas para flauta, soprano y bajo continuo, que Phillipp Pickett y Joanne Lunn dejarían seguro en las cotas de lo inaccesible; es algo, musicalmente si queremos, más humilde que lo usual; pero es que tiene la pretensión de explorar lo que aún no existe en la música antigua; eso siempre será más arriesgado, y mucho más difícil; no basta el trabajo de una generación para que pueda llegar a transmitirse como algo simple y natural. Claro que los ingleses pueden ser orgullosamente conscientes de haber sido piezas clave en la actual recuperación de la música y de los instrumentos históricos (Robert Donnington, Thurston Dart, David Munrow...)

Después de eso, bastará reunirse unos cuantos fines de semana, al calor de la buena amistad, en la casa que tiene Catherine Finnis en la campiña de Gloucesterhire. Los niños y las parejas pueden aprovechar para hacer excursiones, a Oxford, a Bath, incluso a Gales, con buen tiempo. Con escrupulosamente cronometrados coffee/tea o lunch-breaks. Phillip y Catherine sólo podrán fumar fuera. En un par de ocasiones acudirá Harry Christophers, el maestro de Joanna, para echar una mano; otro día los visitarán Alan Lumsden (sweet and low), amigo de Phillip, y su mujer, Caroline, la profesora de violín de Adrian, que viven cerca. Felices encuentros y bellos resultados. La maravillosa voz de Joanna encandila a todos. Qué bonito cuando entra al semicírculo de los instrumentos al comenzar una canción y se va retirando con un movimiento casi inapreciable mientras que la música se va apagando.

Elizabeth Pallett se encarga de un segundo laúd en ocasiones, o ilumina el bajo de la viola con la cítara de péñola o la bandora de rara afinación. Adrian Chandler, aparte de saber arrancar de su simple violín barroco un increible sonido de pub si conviene al caso, es de los que aguantan con aplomo lo que se le venga encima, en un teatro barroco lo mismo que en una iglesia española. Philipp Pickett, a la flauta, es un omnipresente hilo conductor de platino iridiado; aún reducido a tocar segundas voces, ¡qué medida fuerza en el engarce de los diferentes dispositivos!

El instrumento de Catherine es una division-viol; aun siendo una viola da gamba bajo (prebarroca, de seis cuerdas), es decir, de los que recorren prácticamente la tesitura de un violoncello, es de un tamaño ligeramente más pequeño (30 pulgadas de longitud de cuerda vibrante entre puente y cejilla) que el bajo normal de consort de violas, y permite así un juego más cómodo para la interpretación de ágiles divisions (disminuciones o diferencias) sobre una línea melódica, o un bajo. ─Pero yo me encuentro un poco mayor estos días; Adrian, por favor, haz tú las divisions for treble sobre The Noble Man que tanto le gustan a Elizabeth, pero moderando la bravura, si es posible...

En el descanso de su encantadora actuación, Phillip y Catherine salieron también a la puerta a fumar un cigarrillo; demasiado tarde le digo a Juan: ¿Tienes suficiente nivel de inglés como para pedirles si nos podrían proporcionar los textos de las canciones? Juan me mira con cara de reconvención juiciosa, aunque casi inmediatamente trata de dirigirse a Phillip; ah, pero ellos ya están entrando con prisa y en el titubeo hemos perdido la ocasión. Para la próxima vez que vengan los del Globe, y sabiendo que al menos dos de ellos fuman, volveremos a intentarlo.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Don Virginio Lecica

Logroño, enero o febrero de 1965. A mediodía, nublado y frío. Hay que ponerse la bufanda en la boca para cruzar por la Glorieta y pasar por delante de los maones de la puerta principal del Instituto. Con los guantes grises de lana, y en la mano derecha el estuche con el violín tres cuartos. Ya podía pasar alguien más por ahí con un violín, como yo. En el bolsillo, el papelito que me dio ayer en el patio del colegio el hermano Ardanaz. A ver otra vez, Don Virginio Lecica, calle del Cristo, 3 (en la numeración de la Guía de Juan), 4º. ─Será tu nuevo profesor, él es un buen violinista y conmigo no podrías progresar más. Le tienes que llamar Don Virginio, ya es un señor mayor. Don Virginio, qué raro suena. Menos mal que es cerca. ¿Tendré que tocar alguna de las piezas que me marcó el hermano Luis en el cuaderno para el verano? Horror y pavor. Por aquí vive Eliseo. Número 3. Bueno, desde casa se llega enseguida ...

Se estaba caliente, en la mesita redonda de faldas al lado de las puertas cerradas de la galería, con el brasero encendido; qué gracioso habla la mujer de Don Virginio (mi madre se ha acordado de su nombre: la señora Dionisia Nájera), siempre con dichos y refranes, se me parece a la abuela Clemen. Que si conocía a su hijo, Lecica, flauta de la Banda Municipal. ─Pues la próxima vez que veas a la Banda, te fijas en él. Qué pelo más blanco tiene Don Virginio, y qué cara más simpática; me gustará mucho venir a su casa, con tal que no me haga llorar mucho. No había visto nunca a un señor de esa edad con traje y pajarita. Tiene el hombro izquierdo de la chaqueta brillante, seguro que del roce con el violín; claro, en vez de almohadilla se pone un cojincito por debajo de la chaqueta. Y qué violín más bonito tiene, tan oscuro, si casi es de color negro; dice que se lo compró a un ¿zíngaro? de esos que pasan a veces por Logroño con su carro; y qué bien lo toca; la segunda vez que me ha hecho llorar hoy ha sido cuando, después de hacerme afinar y tocar la escala de Sol, él ha tocado ¿cómo ha dicho? ¿las Zardas de Monti? ...

─Compaginaremos los libros de solfeo del Progreso Musical con el Método de Eslava: Escucha qué estudio más bonito: Do-Mi, Do-Mi, Sol, do, Si-La, Sol-Fa, Mi, Do; Mi-Sol, Mi-Sol, do, mi, re-do, Si-La, Sol ... (desde luego, mucho más bonito que el do, Si, do, Si, do, re, si; do, mi, re, do, Si La, Sol ... aquel del Solfeo de los Solfeos cuando el hermano Ardanaz me dijo: ─Tú tienes que tocar el violín); pero ya llegaremos, y además aprenderás a cantarlo tan rápido como yo. La Teoría de La Música de Danhauser: ─Iremos lección por lección; cada día una, si es corta (las cuartas y quintas "justas, o de Don Virginio", desde entonces); y me las tienes que recitar de memoria. Es más claro que los folletos de teoría de los libros oficiales. El Método de Violín de Alard: ─Tiene unos estudios preciosos; cada año hay que hacer un curso; te he encargado este ejemplar encuadernado en Erviti; éste me lo tienes que pagar, porque te lo quedarás para tí; los otros libros te los dejo, ya me los devolverás en su día (siento comunicar tan tarde, Don Virginio, que su Eslava lo dejé en Madrid en 1978 en mejores manos que las mías; pero su Danhauser aún lo tengo en casa al lado del Alard de pastas rojas; yo prefería tocar usando el Alard de su casa, de pastas moradas o verdes, ya no sé bien; los colores se me mezclan en el recuerdo); y, para cuando vayamos adelantando, además de ese libro de violín y piano del señor Don Luis Ardanaz tengo estos dos libros de partituras de óperas y zarzuelas que tocaremos aquí juntos; del primero la que más me gusta a mí es Norma; el segundo ya tiene obras muy difíciles, como la obertura de Guillermo Tell, el de la manzana, sí, ése. Pero eso todavía son palabras mayores. Algún día, cuando hayas crecido, podrás ir conmigo a tocar juntos al Teatro Bretón cuando vengan las compañías de zarzuela ...

Pasé tres años yendo a clase particular con Don Virginio. Conservo de él más recuerdos musicales, que afloran cuando por ejemplo repaso el Alard, que personales. Creo que en alguno de esos años alcanzó la jubilación de su trabajo en el Banco de Bilbao. Primero me presentó a exámenes libres, en el Conservatorio Provincial de Música, de los primeros cursos de Solfeo y Violín; después hizo que me matriculara oficial, pero seguía dando clase con él. De su mano me llegó, a los once o doce años, el primer violín grande que tuve, un Clotelle que ya no conservo (en Madrid donde Solar, vi en 1978 una viola Clotelle que me pareció una bella copia aumentada de aquel violín). Con el Alard, él con su violín negro tocando las segundas voces, me llevó hasta el Estudio para el Arpegio de cuatro cuerdas (en el Conservatorio tardé mucho en llegar ahí; me parece ahora que el hombre quería darse prisa); tocamos muchas veces juntos, en su casa, aquellas oberturas de Norma y del Guillermo Tell; también estudios de Fiorillo y Rode; a él le gustaba mucho el número 11 de Fiorillo; muchos días estaba tocándolo cuando me recibía; ahora es a mí al que le gusta tocarlo en casa, al final de alguna sesión de estudio, con la mano izquierda caliente; y siempre va por su recuerdo; se me presenta entonces en la memoria su figura justa, antigua y noble. Nunca he sido capaz de reproducir la gracia y la finura con la que tocaba los semitrinos de los primeros compases, ni todo lo demás. Quisiera llegar a la edad que él tendría entonces y poder hacerlo tan bien como él.

Me fui de Logroño para hacer 5º de Bachillerato, y ya no volví a ver a Don Virginio. Bastantes años más tarde, acompañado de Merche y con nuestros hijos pequeños, veía a su esposa, ya muy viejecita, asomada a su galería de Portales cada 5 de enero para ver pasar a la Banda que acompañaba a la cabalgata de Reyes y recibir un mágico saludo de su hijo, que bajo la casa de la madre se quitaba un momento la flauta de la boca y le mandaba hacia arriba, sonriente, un beso cariñoso. Yo les decía entonces a Merche, a Manuel y a Blanca: Mirad, son la mujer y el hijo de Don Virginio Lecica, que fue mi (querido; esta palabra no la podía pronunciar sin emocionarme, y no la pronunciaba) primer (no se me disguste, hermano Luis) profesor de violín.


lunes, 20 de agosto de 2007

Para servir a Juan y a Rosalía: Sajazarra, 18 de agosto

Mudéjar. Perfume de tres culturas. Axivil Aljamía: Pedro Sanz, cantaor; César Carazo, canto y fídula; Wafir S. Gibril, percusiones y ud; Jaime Muñoz, ney, kaval, gaida y aljabeba; Jota Martínez, zanfona; Felipe Sánchez Mascuñano, laúd, arreglos y dirección.
XVIII Festival de Música Antigua de Sajazarra.
Iglesia de Sajazarra (La Rioja), 18 de agosto de 2007.

Antes de nada transcribo, en orden de audición, y con alguna posible variante, los textos de las canciones que escuchamos, menos el de la primera. El "Yo m'enamorí" del programa pasó a ser el bis con que obsequiaron al final, junto con (creo) "Las estrellas de los cielos".


ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA (música: Luis de Narváez ~ s. XVI.)

Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Cartas le fueron venidas — que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego — y al mensajero matara,
—¡Ay de mi Alhama!—
Descabalga de una mula, — y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba — subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama!—
Como en el Alhambra estuvo, — al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, — sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama!—
Y que las cajas de guerra — apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, — los de la vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Los moros que el son oyeron — que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos — juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un moro viejo, — de esta manera fablara:
—¿Para qué nos llamas, rey, — para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!—
—Habéis de saber, amigos, — una nueva desdichada:
que cristianos de braveza — ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un alfaquí — de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!—
Mataste los Bencerrajes, — que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos — de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Por eso mereces, rey, — una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—

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ROMANCE DE ABINDARRÁEZ y JARIFA "LA MAÑANA DE SAN JUAN" (música: Diego Pisador ~ s.XVI. Refs. en Cervantes: Don Quijote, I, cap. V; El celoso extremeño)

La mañana de San Juan - al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros - por la vega de Granada.
Revolviendo sus caballos - y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas - broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas - tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene - señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores - allí no escarmuzaba.
Las damas moras los miran - de las torres de la Alhambra,
también se los mira el rey - de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro - con la cara ensangrantada:
- Con tu licencia, el rey, - te daré una nueva mala:
el infante don Fernando - tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos, - yo soy quien mejor librara,
siete lanzadas yo traigo, - el cuerpo todo me pasan,
los que conmigo escaparon - en Archidona quedaban.
Con la tal nueva el rey - la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas - que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos, - hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá, - que la Real se llamaba,
los cristianos y los moros - una escaramuza traban.
Los cristianos eran muchos, - mas llevaban orden mala,
los moros, que son de guerra, - dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos prenden, - de ellos toman en celada.
Con la victoria, los moros - van la vuelta de Granada;
a grandes voces decían: - -¡La victoria ya es cobrada!

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NOCHES, NOCHES (Canción sefardí)

Noches, noches, buenas noches,
Noches son d'enamorar.
Ay, noches son d'enamorar.

Dando bueltas por la cama,
Como'l peshe en la mar.
Ay, como'l peshe en la mar.

Ay, que noches, la mi madre,
Que no son d'arrivar.
Ay, que no son d'arrivar.

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LA MI SOLA, LAUREOLA (música: Juan Ponce. Cancionero de Palacio (C.P.) núm. 223.
Primeras notas del tiple: la, mi, sol, la; Laureola y Leriano son los protagonistas de "Cárcel de Amor" (1492) de Diego San Pedro)

La mi sola, Laureola
La mi sola, sola, sola.

Yo el cautivo Leriano
Aunque mucho estoy ufano
Herido de aquella mano
Que en el mundo es una sola.

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ROMANCE DEL MORO DE ANTEQUERA (música: Miguel de Fuenllana ~ s. XVI.)

De Antequera sale un moro, de Antequera, aquesa villa,
cartas llevaba en su mano, cartas de mensajería,
escritas iban con sangre, y no por falta de tinta,
el moro que las llevaba ciento y veinte años había.
Ciento y veinte años el moro, de doscientos parecía,
la barba llevaba blanca muy larga hasta la cinta,
con la cabeza pelada la calva le relucía;
toca llevaba tocada, muy grande precio valía,
la mora que la labrara por su amiga la tenía.
Caballero en una yegua que grande precio valía,
no por falta de caballos, que hartos él se tenía;
alhareme en su cabeza con borlas de seda fina.
Siete celadas le echaron, de todas se escabullía;
por los cabos de Archidona a grandes voces decía:
-Si supieres, el rey moro, mi triste mensajería
mesarías tus cabellos y la tu barba vellida.
Tales lástimas haciendo llega a la puerta de Elvira;
vase para los palacios donde el rey moro vivía.
Encontrado ha con el rey que del Alhambra salía
con doscientos de a caballo, los mejores que tenía.
Ante el rey, cuando le halla, tales palabras decía:
-Mantenga Dios a tu alteza, salve Dios tu señoría.
-Bien vengas, el moro viejo, días ha que te atendía.
-¿Qué nuevas me traes, el moro, de Antequera esa mi villa?
-No te las diré, el buen rey, si no me otorgas la vida.
-Dímelas, el moro viejo, que otorgada te sería.
-Las nuevas que, rey, sabrás no son nuevas de alegría:
que ese infante don Fernando cercada tiene tu villa.
Muchos caballeros suyos la combaten cada día:
aquese Juan de Velasco y el que Henríquez se decía,
el de Rojas y Narváez, caballeros de valía.
De día le dan combate, de noche hacen la mina;
los moros que estaban dentro cueros de vaca comían,
si no socorres, el rey, tu villa se perdería.

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ROMANCE DE ANTEQUERA

De Antequera partió el moro tres horas antes del día,
con cartas en la su mano en que socorro pedía.
Escritas iban con sangre, más no por falta de tinta.
El moro que las llevaba ciento y veinte años había,
la barba tenía blanca, la calva le relucía;
toca llevaba tocada, muy grande precio valía.
La mora que la labrara por su amiga la tenía;
alhaleme en su cabeza con borlas de seda fina;
caballero en una yegua, que caballo no quería.
Solo con un pajecico que le tenga compañía,
no por falta de escuderos, que en su casa hartos había.
Siete celadas le ponen de mucha caballería,
mas la yegua era ligera, de entre todos se salía;
por los campos de Archidona a grandes voces decía:
-¡Oh buen rey, si tú supieses mi triste mensajería,
mesarías tus cabellos y la tu barba vellida!
El rey, que venir lo vido, a recebirlo salía
con trescientos de caballo, la flor de la morería.
-Bien seas venido, el moro, buena sea tu venida.
-Alá te mantenga, el rey, con toda tu compañía.
-Dime, ¿qué nuevas me traes de Antequera, esa mi villa
-Yo te las diré, buen rey, si tú me otorgas la vida.
-La vida te es otorgada, si traición en ti no había.
-¡Nunca Alá lo permitiese hacer tan gran villanía!,
mas sepa tu real alteza lo que ya saber debría,
que esa villa de Antequera en grande aprieto se vía,
que el infante don Fernando cercada te la tenía.
Fuertemente la combate sin cesar noche ni día;
manjar que tus moros comen, cueros de vaca cocida.
Buen rey, si no la socorres, muy presto se perdería.
El rey, cuando aquesto oyera, de pesar se amortecía;
haciendo gran sentimiento, muchas lágrimas vertía;
rasgaba sus vestidudas, con gran dolor que tenía,
ninguno le consolaba, porque no lo permitía;
mas después, en sí tornando, a grandes voces decía:
-Tóquense mi añafiles, trompetas de plata fina;
júntense mis caballeros cuantos en mi reino había,
vayan con mis dos hermanos a Archidona, esa mi villa,
en socorro de Antequera, llave de mi señoría.
Y ansí, con este mandado se junto gran morería;
ochenta mil peones fueron el socorro que venía,
con cinco mil de caballo, los mejores que tenía.
Ansí en la Boca del Asna este real sentado había
a la vista del infante, el cual ya se apercebía,
confiando en la gran victoria que de ellos Dios le daría,
sus gentes bien ordenadas; de San Juan era aquel día
cuando se dió la batalla de los nuestros tan herida,
que por ciento y veinte muertos quince mil moros había.
Después de aquesta batalla fue la villa combatida
con lombardas y pertrechos y con una gran bastida
conque le ganan las torres de donde era defendida.
Después dieron el castillo los moros a pleitesía,
que libres con sus haciendas el infante los pornía
en la villa de Archidona, lo cual todo se cumplía;
y ansí se ganó Antequera a loor de Santa María.

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SOSPIROS NO ME DEXEIS (música: Badajoz el músico. Cámara de D. Juan III de Portugal. C. P. núm. 225. La letra del villancico y de la primera copla están en el Cancionero de Castillo)

Sospiros no me dexeis,
puesto que seais mortales,
que sois descanso a mis males.

Estos solos son quedados
por descanso a mis enojos,
y vienen acompañados
con lágrimas de mis ojos:
No os mudeis, si me quereis,
puesto que seais mortales,
que sois descanso a mis males.

Verdad es que hay ocasion
para ser mis enemigos,
pues mostrais ser los testigos
de mi secreta pasion:
Que no hay fuerza ni razon
a quien cubran las señales
de mis penas desiguales.

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MIOS FUERON, MI CORAZON (música: Alonso de Mondéjar ~ 1500. Corte Isabel la Católica. C.P. núm. 120, a tres tiples)

Míos fueron, mi corazón,
los vuestros ojos morenos.
¿Quién los hizo ser agenos?

Míos fueron, desconocida,
los ojos con que miráis,
y si mirando matáis,
con miraros dais la vida.
No seais desconocida
no me los hagáis agenos
los vuestros ojos morenos.

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MIOS FUERON, MI CORAZON (música: Francisco Millán ~ 1500. C.P. núm. 119, a tiple, tenor y bajo, con el mismo tiple que C.P. 120)

Míos fueron, mi corazón,
los vuestros ojos morenos.
¿Quién los hizo ser agenos?

Dellos nunca se partía
con gran placer mi deseo;
de mí partida la veo
ya toda mi alegría,
y todo el bien que tenía,
pues se hicieron agenos
los vuestros ojos morenos.

Y con esta tal pasión
siento acabarse mi vida,
y en pensar esta partida
se me parte el corazón.
Véome en tal confusión,
pues se hicieron agenos
los vuestros ojos morenos.

Ya no procureis matarme
ni causarme más tormento,
pues que ya mi pensamiento
piensa en mayor pena darme;
que la gloria de acabarme
m'han causado ser agenos
los vuestros ojos morenos.

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TRES MORILLAS M'ENAMORAN (música: Anónimo. C.P. núm. 17)

Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger manzanas
a Jaén:
Axa y Fátima y Marién.


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TRES MORILLAS M'ENAMORAN (música: Diego Fernández ~ 1500. C.P. núm. 18. Es otra versión de la misma canción, con nueva letra, y música más elaborada)

Tres morillas me enamoran
en Jaen,
Axa y Fátima y Marien.

Díjeles, ¿quién sois, señoras,
de mi vida robadoras? -
Cristianas qu'eramos moras
de Jaen,
Axa y Fátima y Marien. -

Con su grande hermosura,
crianza, seso y cordura
cautivaron mi ventura
y mi bien
Axa y Fátima y Marien.

Tres moritas muy lozanas,
de muy lindo continente,
van por agua a la fuente
más lindas que toledanas,
y en sus hablas cortesanas
parecién
Axa y Fátima y Marien.

Díjeles: "decid, hermosas,
por merced sepa sus nombres,
pues sois dignas a los hombres
de dalles penas penosas."
Con respuestas muy graciosas
me dicién
Axa y Fátima y Marien.

Yo vos juro all Alcoran
en quien, señoras, creés,
que la una y todas trés
m'habeis puesto en grande afán;
do mis ojos penarán
pues tal verén
Axa y Fátima y Marien. -

Caballero, bien repuna
vuestra condicion y fama;
mas quien tres amigas ama
no es amado de ninguna;
una á uno y uno á una
se quieren bien
Axa y Fátima y Marien.

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YO M'ENAMORI D'UN AIRE (Canción sefardí. Se puede escuchar, con "Noches, noches" y otras, en la página web de la Comunidad Judía de Rodas,
http://www.jewishrhodes.org/?page_id=46&langswitch_lang=fr )

Yo m'enamorí d'un aire
D'un aire d'una mujer
D'una mujer muy hermoza.
Linda de mi corazon.

Yo m'enamorí d'un aire
Linda de mi corazon.

Yo m'enamorí de noche
El lunar ya m'engaño
Si esto era de dia
Yo no atava amor.

Yo m'enamorí de noche
Yo no atava amor.

Si otra vez yo m'enamoro
Sea de dia con sol.
Si otra vez yo m'enamor.

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LAS ESTRELLAS DE LOS CIELOS/YO M'ENAMORI D'UN AIRE ( Anón. sefardí. Según el Romancero sefaradí de Laura Papo)

Al partir para la guerra
dos besos al aire echí.
El uno es para la mamá
y el otro es para ti,
niña de mi corazón,
y el otro para ti.


Las estrellas de los cielos,
una y una se hacen dos.
Non tienen tanta firmeza
sigún tenemos los dos,
niña de mi corazón,
sigún tenemos los dos.


El que tañe la guitarra,
rayo del cielo calló.
él ya tiene cara dalia,
niño de mi corazón,
él ya tiene cara dalia,
niño de mi corazón.


Las estrellas de los cielos
non se vienen a contar.
Debajo de un casquet verde
de sirma las vo labrar,
niño de mi corazón,
de sirma las vo labrar.


Yo me enamorí de noche,
el lunar me engañó.
Si otra ves me enamoro,
de día con grande sol;
si otra ves me enamoro,
de día con huerte sol.


Yo me enamorí de un aire,
del aire de una mujer,
de una mujer muy hermoza,
niña de mi corazón.
Díceme, niña, el tu nombre,
que te quero conecer.


Si tu non tienes amante,
yo te quero defender.


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Ya en octubre de 2006 (tal vez antes), César Carazo "cante" y Felipe Mascuñano "toque" presentaban en concierto un programa con el título "Antes del flamenco", parte del cual puede verse como la base inicial del programa con el que este verano, con un considerable refuerzo de efectivos, recorren los festivales de música antigua por España. A Sajazarra venían de Jaca (el obispo no les dejó actuar allí en la catedral, por algo así como que "el cante jondo es una actividad musical propia de tabernas") y después de Sajazarra creo que han ido a Ciudad Real, de donde por cierto es Felipe Sánchez, cabeza del grupo.

Los textos de las canciones hacen un comentario del concierto por sí mismos (es una pena que en el programa de mano no se incluyeran). Con intérpretes adecuados de valor humano y musical, como es el caso, su acertada elección da sentido al espectáculo y le proporciona brillante calidad también por lo literario. Total: un gustazo.

La cosa sería, por ejemplo, así: Tenemos a César Carazo, a quien ya habíamos tenido el placer de oir cantar hace un par de años en el Festival de Sajazarra, formando parte de un octeto medievalista, creo, y que este año ha corroborado nuestra buena opinión de él con sus delicadas interpretaciones de difíciles melismas con intervalos sub-semitonales en las canciones sefardíes.
Además, toca bien la viola. Tenemos por otra parte a Felipe Sánchez, que es como un "músico de la legua" pero con mucho trabajo de cámara, que transmite seguridad por todas sus canas, puede empezar con una improvisación al estilo Sor si es preciso el "Noches, noches", "La mañana de San Juan" o lo que le pongan por delante, sin cortarse un pelo y la cosa funciona. Estos dos personajes ya han hecho "bolos" por su cuenta, donde Carazo ha intuido un creible modo de cantar "a lo jondo" en ciertas piezas de los antiguos cancioneros españoles.

—¡Hombre, si tuviéramos un cantante flamenco que nos entendiese y estuviese dispuesto a colaborar, la montábamos! Y, dicho y hecho, aparece en escena el cantaor Pedro Sanz, joven pero bien curtido en tablaos, yunques, martillos y estribos. No hacen falta muchas pruebas. La primera vez que Pedro sustituye a César cantando el romance "De Antequera" en casa de Felipe, a Felipe se le ponen los pelos de punta que casi se le cae el laúd y César, a punto de llorar de la impresión, abraza a Pedro, le pasa los trastos de matar y decide volver a tocar la viola, cosa que nunca hubiera debido dejar. Un rato después, cuando César y Pedro cantan los dos tiples del "Míos fueron" de Mondéjar es Felipe el que llora, como con el alma partida.

Al salir, esa misma noche, en la plaza de Tirso de Molina se encuentran con Jaime Muñoz, un conocido virtuoso de todo tipo de viento antiguo, a quien hacía algún tiempo que no veían, y al que acompaña Wafir Gibril, un músico sudanés con el que Jaime hace últimamente actuaciones esporádicas. Podrían juntar las fuerzas, quizá para una grabación de Axivil, si se perfilan bien los detalles del repertorio.

Dos semanas más tarde el grupo se ha reunido para dos ensayos formales en Santiago de Compostela. Con Wafir no hace falta contrabajo. Wafir le ha enseñado a César el "Leilun Adjib". Pedro se ríe, un poco escéptico, cuando se la escucha.—Pues la voy a cantar siempre para empezar, dice Carazo. Es cojonudo cómo sabe rematar las canciones el Pedro. Tres pisotones bien dados y aire. Y el público lo agradece. Si lo hubiéramos visto de pequeños, cuando los cursos del Escorial, ... A la hora de comer, el último fichaje: Jota Martínez, que está tocando la zanfona en el Obradoiro tal que si fuera uno de los santos del Pórtico, o el músico Salinas, y además con increible rendimiento económico, el tío.
—Mira, si eso es "La mi sola Laureola". Le hacen corro, y va el Wafir una de las veces y, después del La, Mi, Sol, La, en vez de la melodía de Jota, sigue cantando: Sol, Si, La Si, y cambiando el ritmo a su estilo. Jota se apunta al juego de inmediato y se le ocurre acabar la frase con: Mi Re Do La Si La, Sol#, La. Axivil Aljamía está en marcha. No va a desmerecer de anteriores axiviles.

Lo bueno es que las versiones que hacen les gustan mucho a ellos, y eso se nota. Anda que no gozan Jota y Jaime dando palmas. Pedro cantó una noche el "Sospiros no me dejeis" en el Corral de la Pacheca y se la hicieron repetir.

—Se podría montar también "Tres Morillas"; igual que el "Míos fueron", tiene doble letra y música en el Cancionero de Palacio, y es perfecto para nuestro objetivo. Felipe se encargará de enganchar las cosas. También tiene dos versiones el romance de Antequera, y en honor de Wafir, podemos sustituir eso de "Mantenga Dios a tu alteza, salve Dios tu señoría" del romance de Antequera por "Alá te mantenga, el rey, con toda tu compañía" de la otra versión. Para las canciones sefardíes, César y Jaime son de lujo. Aunque, como se nos puede ir la cosa de tiempo, podíamos dejar el "Yo m'enamorí" para un bis si se nos levanta la gente: hacemos esa versión de Savall con "Las estrellas de los cielos" para que se junte también Pedro y seguro que levantamos a la gente otra vez.

Una instantánea de recuerdo: la expresión honda de emoción y respeto hacia el público que transmitía César Carazo cuando, al terminar el concierto, aceptó gustoso la caja de vino de Sajazarra, y el guiño simpático luego, cuando volvió a entrar con ella bajo el brazo, a modo de viola, para el bis.