miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sweet and high

All the King's men. The Musicians of the Globe: Joanne Lunn, soprano; Adrian Chandler, violín; Phillip Pickett, flauta de pico y director; Lynda Sayce, laúd; Elizabeth Pallett, cítara, laúd, bandora; Catherine Finnis, viola da gamba.
9ª Semana de Música Antigua de Logroño. Sala de Cámara del Riojafórum, 10 de septiembre de 2007.

El primer concierto de la semana logroñesa siempre te pilla un poco desprevenido; acudir ha supuesto renovar por otro año el voto de buen aficionado a la música antigua (pastime with good company); la oferta de la Semana aparece excelente (gracias por siempre a Pachi y Cultural Rioja); dejaste pasar el mes de julio sin adquirir el abono para los cuatro conciertos; has comprado entradas por internet y por ello te han clavado un 30% más de suplemento; con lo que tienes el derecho inexcusable de tomar el aire a la inhóspita puerta del auditorio hasta oir el primer timbre de aviso (─no se preocupen, sus localidades no se van a vender dos veces), por cierto desacuerdo entre diversos organismos; mañana se hará mejor; tiempo para saludos tranquilos.

─Ya pueden entrar, dense prisa. Bueno, al menos han sobrado programas; no ha venido mucha gente. Y ya estás sentado en la tercera fila; lees en diagonal los nombres de los músicos y los títulos de las obras de la primera parte, cuando se apagan las luces y se aplaude la entrada de artistas en escena. Una última mirada a la primera obra: Thomas Morley, As you like it 1603, It was a lover and his lass (─eso es música para el Como gustéis de Shakespeare, pero con mi poor english me perderé lamentablemente todo el texto) ...

De manera que al comienzo del concierto estás un poco desangelado. También, es que hace fresco en la sala. Pero pieza a pieza, el ambiente musical que quieren recrear los intérpretes va desplegándose ante nuestros ojos y oidos y su buen trabajo hace que consiga completar una forma, de modo que al final te complace haber asistido, como en un viaje en el tiempo, a un recital auténtico de música para el teatro en el Londres de hace cuatrocientos años.

No se trata de tocar suites para laúd, que Lynda Sayce bordaría primorosamente; ni cantatas para flauta, soprano y bajo continuo, que Phillipp Pickett y Joanne Lunn dejarían seguro en las cotas de lo inaccesible; es algo, musicalmente si queremos, más humilde que lo usual; pero es que tiene la pretensión de explorar lo que aún no existe en la música antigua; eso siempre será más arriesgado, y mucho más difícil; no basta el trabajo de una generación para que pueda llegar a transmitirse como algo simple y natural. Claro que los ingleses pueden ser orgullosamente conscientes de haber sido piezas clave en la actual recuperación de la música y de los instrumentos históricos (Robert Donnington, Thurston Dart, David Munrow...)

Después de eso, bastará reunirse unos cuantos fines de semana, al calor de la buena amistad, en la casa que tiene Catherine Finnis en la campiña de Gloucesterhire. Los niños y las parejas pueden aprovechar para hacer excursiones, a Oxford, a Bath, incluso a Gales, con buen tiempo. Con escrupulosamente cronometrados coffee/tea o lunch-breaks. Phillip y Catherine sólo podrán fumar fuera. En un par de ocasiones acudirá Harry Christophers, el maestro de Joanna, para echar una mano; otro día los visitarán Alan Lumsden (sweet and low), amigo de Phillip, y su mujer, Caroline, la profesora de violín de Adrian, que viven cerca. Felices encuentros y bellos resultados. La maravillosa voz de Joanna encandila a todos. Qué bonito cuando entra al semicírculo de los instrumentos al comenzar una canción y se va retirando con un movimiento casi inapreciable mientras que la música se va apagando.

Elizabeth Pallett se encarga de un segundo laúd en ocasiones, o ilumina el bajo de la viola con la cítara de péñola o la bandora de rara afinación. Adrian Chandler, aparte de saber arrancar de su simple violín barroco un increible sonido de pub si conviene al caso, es de los que aguantan con aplomo lo que se le venga encima, en un teatro barroco lo mismo que en una iglesia española. Philipp Pickett, a la flauta, es un omnipresente hilo conductor de platino iridiado; aún reducido a tocar segundas voces, ¡qué medida fuerza en el engarce de los diferentes dispositivos!

El instrumento de Catherine es una division-viol; aun siendo una viola da gamba bajo (prebarroca, de seis cuerdas), es decir, de los que recorren prácticamente la tesitura de un violoncello, es de un tamaño ligeramente más pequeño (30 pulgadas de longitud de cuerda vibrante entre puente y cejilla) que el bajo normal de consort de violas, y permite así un juego más cómodo para la interpretación de ágiles divisions (disminuciones o diferencias) sobre una línea melódica, o un bajo. ─Pero yo me encuentro un poco mayor estos días; Adrian, por favor, haz tú las divisions for treble sobre The Noble Man que tanto le gustan a Elizabeth, pero moderando la bravura, si es posible...

En el descanso de su encantadora actuación, Phillip y Catherine salieron también a la puerta a fumar un cigarrillo; demasiado tarde le digo a Juan: ¿Tienes suficiente nivel de inglés como para pedirles si nos podrían proporcionar los textos de las canciones? Juan me mira con cara de reconvención juiciosa, aunque casi inmediatamente trata de dirigirse a Phillip; ah, pero ellos ya están entrando con prisa y en el titubeo hemos perdido la ocasión. Para la próxima vez que vengan los del Globe, y sabiendo que al menos dos de ellos fuman, volveremos a intentarlo.